sábado, 8 de enero de 2011

Jeb Corliss, el hombre murciélago

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Desde los 17, este estadounidense de 34 años dedica su vida a 'hacer cosas para controlar el miedo'.

"No lo hagas", escuchó mientras saltaba la reja y comenzaba a trepar la antena. "Es una estupidez. Te vas a quebrar las piernas y vas a morir en medio del desierto" oía con cada escalón que quedaba atrás. "No lo hagas, no seas imbécil, no tienes la experiencia suficiente para intentarlo". Las palabras rebotaban dentro de su cabeza, pero Jeb Corliss continuó subiendo.
Días atrás había llamado a su instructor de "salto base" -la técnica de lanzarse en clavado desde cierta altura para luego aterrizar abriendo un paracaídas-, pidiéndole consejos técnicos. "Jeb, no lo hagas. Te vas a morir", escuchó antes de cortar el teléfono.
Era una antena en el desierto de Nuevo México, a 91 metros sobre la cima de un cerro, en medio de la nada. Eran las tres de la mañana, la oscuridad se extendía bajo sus pies y Corliss, por entonces de 17 años, estaba solo. "No lo hagas -se repitió a sí mismo, parado en el borde de la plataforma-. Esto es una estupidez".
Entonces, simplemente saltó. Era su sexta vez.
"Era un periodo de transición en mi vida. Era ese momento en que quieres ser algo, quieres ser algo, quieres ser algo y ya no puedes esperar. Ese salto fue pasar de desear ser algo -en este caso un 'saltador de base'- a simplemente serlo", dice Corliss (34 años) desde su casa en Venice (California).
"Mi paracaídas se abrió justo antes de golpear muy duro la tierra. Recuerdo mirar la antena con un sentimiento difícil de describir: podía sentir el aire tocando mi piel. Estaba oscuro, pero podía ver todo absolutamente claro, sentir los insectos escarbando la tierra a mi alrededor. Mis sentidos estaban extremadamente abiertos. Nunca me sentí tan vivo, ni antes ni después de ese salto. Nunca", cuenta. Recuerda el momento en que decidió que jamás aceptaría un "no se puede" como respuesta, que, sin importar el tiempo que tomara, su meta sería sólo una: cumplir ese sueño que tuvo de niño durante un viaje familiar.
-Quiero volar como los pájaros -le dijo Corliss a su madre.
-Querido, me temo que eso es físicamente imposible -contestó ella.
-Tal vez lo sea para ti -respondió él- y siguió mirando por la ventana del auto, con los ojos fijos en una bandada que despegaba de los cables eléctricos y alzaba el vuelo.
Terror del miedo
"Fue un salto estúpido que nunca volvería a intentar -dice, al recordar su secreta graduación como saltador-. Si alguien me dijera que va a hacer lo mismo, le diría 'no seas imbécil, no lo hagas'. Hacer ese salto fue vivir un acto de terror absoluto".
Lo descubrió a los diez años: el poder que entrega el miedo. Hijo de una pareja de art dealers que recorría el planeta buscando artesanías y objetos de alto valor artístico, Corliss regresaba de un viaje por Afganistán, Nepal, Pakistán e India. Y, como cada año desde su nacimiento, era el chico nuevo de la escuela. El tipo raro y sin amigos que volvía a Estados Unidos luego de viajar por el mundo.
"El ambiente en las escuelas de EE. UU. es muy tóxico, son como una cárcel. Supongo que a los chicos les gustaba atacarme porque era diferente. Estaba en una batalla constante, siempre defendiéndome de las golpizas de otros niños. Así que pronto aprendí a usar el miedo para que me dejaran tranquilo, y que la intimidación era lo único que podía usar contra grupos grandes de personas. Ahí comencé a comprender lo poderoso que es el miedo. Si tú no lo usas, los demás lo usarán contra ti. Y era muy bueno en eso", dice.
Rodeado de un grupo de muchachos que lo golpeaban constantemente, Jeb tomó una decisión: machacar una piedra con todas sus fuerzas contra la cara de uno de sus agresores. "No estoy orgulloso de ello, pero cuando tienes a diez tipos golpeándote no hay forma de que vayas a ganar esa pelea. Simplemente te van a matar. Cada vez que me cambiaba de escuela tenía que mandar a alguien al hospital para que dejaran de brutalizarme", dice.
La pelea terminó con uno de los matones escolares con la nariz rota y con Corliss en la consulta de un psicólogo que trataba de averiguar si él era un psicópata. Ahí le diagnosticaron counterfobia: una condición psicológica que obliga a quienes la poseen a enfrentar las causas de sus más profundos temores, en lugar de evitarlas, como hace la mayoría de la gente. "No es que no sienta miedo -explica Jeb-. La diferencia es que me gusta enfrentarlo".
Quizás por eso Corliss pasó su infancia atrapando serpientes de cascabel, escorpiones, viudas negras y cuanto animal ponzoñoso encontró en el desierto de Nuevo México, fascinado por las cobras que conoció a los cinco años, en un viaje por la India, junto a sus padres. Tal vez por ello, apenas cumplió 15 pasó casi un año recorriendo Centroamérica y el Caribe junto con su padrastro, nadando con todo tipo de tiburones (aún lo hace: una foto suya flotando junto a un inmenso tiburón blanco en las costas de Sudáfrica apareció en la reciente lista de National Geographic con las 20 aventuras más espeluznantes en el planeta).
Tal vez por eso comenzó a saltar en paracaídas, para luego pasar a hacer saltos de base desde los edificios más altos e icónicos del mundo -desde la Torres Petronas, en Kuala Lumpur, a la Eiffel- hasta llegar a usar un wingsuit, un traje de tela que se infla con el viento -haciendo ver a los usuarios como ardillas voladoras-, planeando por lugares tan peligrosos como una grieta en un valle suizo que apenas alcanzaba los cinco metros de ancho en su parte más angosta -su vuelo más "técnico y desafiante", según el mismo Jeb- o casi pegado a la ladera del monte Cervino (4.478 metros), en los Alpes. Vuelos donde cualquier error significaría estrellarse a 160 kilómetros por hora contra la roca. Muerte segura.
"Toda mi vida no se ha tratado más que de hacer cosas para aprender a controlar el miedo. Lanzarme desde una ladera en Suiza, a metros de la roca, me asusta tanto como a cualquiera. La diferencia es que he aprendido a manipular ese sentimiento. Agarrando serpientes de niño, aprendí que nunca puedes conquistar el miedo completamente, pero sí puedes controlarlo. Y una vez que aprendes a hacerlo, eso te permitirá intentar hacer cosas realmente asombrosas".
Cosas como la que Corliss lleva siete años intentando: volar con un traje y aterrizar sobre sus pies, sin la necesidad de un paracaídas. Su diseño ya está desarrollado y aún trata de recolectar los cuatro millones de dólares que necesita para construir el prototipo y probarlo.
Dice que la parte psicológica de volar con un 'wingsuit' es más fuerte que la preparación física que requiere. ¿Qué ha aprendido del miedo en todos estos años?
Creo que las personas solo tienen dos opciones en la vida: o aprenden a controlar sus miedos o dejan que esos miedos los controlen. Y quienes hacen esto último son personas muy, pero muy peligrosas.
¿Por qué tan peligrosas?
El mundo está lleno de gente de temer que hace cosas realmente espantosas, y si les temes, ellos podrán obligarte a hacer lo que quieran, porque estarás demasiado petrificado para desobedecerlos. El miedo funciona cada vez que intentas algo nuevo: digamos que hay algo que quieres hacer. Puede ser cualquier cosa. Tienes un sueño, una pasión, quieres hacer algo realidad. Bien, toma algunos pasos antes de alcanzar ese sueño. Lo que haces es ir acumulando experiencias paso a paso, hasta aprender la diferencia entre el miedo de algo que te puede matar o algo que solo te asusta. Necesitas aprender a distinguir cuál miedo oír: si voy a hacer un salto y las condiciones climáticas no son las adecuadas, si algo anda mal, debo saber escuchar ese miedo e intentarlo otro día. Si todo está perfecto y aún sigo aterrorizado, debo entender que estoy asustado sin razón. Debo deshacerme de este miedo y saltar. Y eso se aplica a toda la vida: desde el miedo de invitar a salir a una chica linda o buscar un trabajo mejor, a volar en un traje. Pero cuando intentas algo por primera vez, cuando pasas al siguiente nivel, debes cruzar una línea. Y uno nunca estará seguro si está listo para hacerlo, hasta que la cruzas".
¿Cómo saber si se está listo?
Algunas veces no lo sabes y ese es el problema. A veces cometes errores e intentas cosas cuando aún no estabas preparado. Y si tienes suerte te quiebras algún hueso y aprendes de eso, y, si no, te mueres. Es ahí donde el factor suerte aparece. Hay una cosa que mi amigo Dwain decía sobre las actividades de alto riesgo, antes de morir (en el 2003 se estrelló contra un puente en Colorado; Corliss aterrizó sin problemas con su wingsuit): uno comienza a practicar la actividad con dos jarras, una con la experiencia y otra donde llevas tu suerte. Al comienzo, tu jarra de experiencia está vacía y la jarra con tu suerte tiene una cantidad desconocida de ella. Cuando haces algo peligroso, tomas una parte de tu suerte y la pones en la jarra de tu experiencia, y así. A la larga te vas a quedar sin suerte, y lo único que tendrás es tu experiencia para mantenerte vivo. En estos momentos yo tengo un montón de experiencia -más de 1.500 saltos y vuelos- y confío en ella. Lamentablemente hay gente cuya suerte no le alcanza y mueren antes de tener suficiente experiencia.
Hay gente de todo el mundo intentando volar y aterrizar sin paracaídas...
Se ha convertido en una especie de carrera. Siempre pasa con este tipo de cosas. Y esta es una de las últimas que aún no se han logrado. Y es quizás la primera vez en que se podrá hacer frente a una tremenda multitud. Es muy asombroso cuando alguien sube por primera vez una montaña como el Everest, pero son solo dos personas, que muchas veces ni siquiera pueden tomar una foto, porque la cámara se congeló. Nosotros, en cambio, lo podremos hacer en vivo, frente a 500.000 personas, y transmitirlo a cada persona sobre este planeta que tenga electricidad. Será un espectáculo tremendo.
¿No le da miedo que alguien lo logre antes?
Para nada. Si alguien lo hace antes, seré el primero en aplaudir, felicitarlo y darle la mano, porque sé lo difícil que es hacer algo como esto. Es muy duro, complicado y riesgoso lo que estamos intentando.
Un nuevo reto, aún más peligroso
Jeb Corliss lleva siete años tratando de crear una nueva y arriesgada modalidad de su 'salto base': volar con su traje de murciélago y aterrizar, pero esta vez sobre sus pies, sin necesidad de paracaídas.
MARCELO IBÁÑEZ CAMPOS
EL MERCURIO (CHILE)
SANTIAGO

F  eltiempo.com

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