Kirmen Uribe es filólogo, experto en literatura comparada, y una tarde, sentado en la biblioteca de Trento, decidió ser escritor, ó mejor, decidió publicar lo que llevaba escrito durante varios años. Nacido en Ondarroa, Vizcaya, en 1970, tenía varios poemas escritos en su lengua, euskera.
Hace dos años publicó su primera novela y con ella ganó el Premio Nacional de la Crítica en lengua vasca y el Premio del Gremio de Libreros de Euskadi. Ese mismo libro, en el 2009, recibió el Premio Nacional de Narrativa en España. Hablamos de su novela Bilbao-New York-Bilbao, traducida al castellano.
Una suma de autobiografía con la ficción -lo que se ha llamado autoficción- en la que Uribe es personaje y recorre, mientras se desplaza de Bilbao a Nueva York, tres generaciones de su familia marcadas por el mar.
'Los peces y los árboles se parecen'. ¿Cómo llegó a esa primera frase de su libro, que marca el tono de su novela?
La primera frase en una novela es esencial. Sí, es la que marca el tono. Le di mil vueltas. Durante mucho tiempo, la novela tenía otro inicio. "Cuando nació, la casa ya estaba en ruinas". Me gustaba mucho aquella frase. Incluso, hice mis apuestas con algunos compañeros diciendo que la mantendría hasta el final, pero perdí.
Leí en un libro de biología marina que las escamas de los peces tienen anillos como los árboles. Eso me enamoró y cambié la frase inicial.
Se nota la poesía en su novela.
Necesitaba el género novelesco para plasmar la historia que quería contar. Sin embargo, la influencia de la poesía se nota, sobre todo a la hora de ordenar los silencios, aquello que no se cuenta. En poesía es muy importante la elipsis, uno aprende a decir sólo lo imprescindible. Esa economía me ha ayudado a la hora de escribir la novela. Hubo algún crítico que dijo que Bilbao-New York-Bilbao hubiera tenido 700 páginas si se hubiera escrito hace veinte años, pero tiene sólo 250 porque cuento lo necesario.
¿Por qué la autoficción?, ¿qué autores le sirvió leer en este género?
La autoficción era la única salida para contar la historia sin caer en la impostura. No quería repetir los pasos andados por otros escritores, una novela sobre el mar contada a la manera realista o costumbrista. La lectura de W. G. Sebald y J. M. Coetzee me ayudó mucho. En vez de la novela misma, un autor llamado casualmente Kirmen Uribe narraría el proceso de escritura de la novela que estaba escribiendo durante un vuelo transoceánico. Así, podía introducir en la novela vidas reales, personas que todavía viven, jugar en la frontera entre realidad y ficción.
Viajes y mar, metáfora de la memoria y el cambio
Utiliza el viaje, pero aquí lo importante no es la travesía, sino el recuerdo. La memoria.
En efecto. La memoria, en contraste con el tedio del vuelo. Nada pasa en el vuelo transatlántico. El autor se aburre en esas ocho horas. Pero en la memoria del narrador sí ocurren muchísimas cosas. Van y vienen personajes, historias de su familia. La memoria es fundamental en la novela. Tres generaciones marcadas por el mar...
Vengo de una familia de marinos. El mar ha conformado mi imaginario personal. Lo que ocurre es que toda la actividad vinculada al mar ha cambiado mucho desde mi infancia. La mía es la primera generación que no se ha hecho a la mar y se quedó en tierra. Yo quería contar ese cambio, la pérdida de una visión del mundo. Yo cruzo el mar pero en avión, no en barco.
F eltiempo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario