sábado, 24 de julio de 2010

Cuando los hermanos chocan

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En 'Dos hermanos', Daniel Burman pone todas sus fichas en dos de las más grandes figuras del espectáculo argentino. La apuesta no termina allí. Hasta ahora, el cineasta que en agosto cumplirá 37 años ha recorrido en su obra diferentes historias de diferentes edades. Primero la juventud y después la madurez y la paternidad. Pero siguió subiendo y ahora le toca ir por más.
Esta vez, incluso alejado de cuestiones jasídicas, que también aparecían con mayor o menor subrayado en sus relatos, puso su cámara delante de dos hermanos solteros y mayores.

Graciela Borges, una actriz de pura cepa cinematográfica (va por los cuarenta largometrajes), y Antonio Gasalla, que dio prioridad al teatro, a pesar de que todavía se recuerdan sus memorables Santili, de 'La tregua', y sus quince minutos de Mamá Cora en 'Esperando la carroza', fueron los elegidos por Burman como figuras centrales de 'Dos hermanos', su adaptación (con la colaboración de Marcelo Birmajer) de la novela 'Villa Laura', de Sergio Dubcovsky, que se estrena en Colombia.

Marcos es un orfebre culto y delicado que tiene 64 años y acredita haber vivido con y para su madre más de 60. El día en que esta muere se enfrenta a nuevos dilemas. Como hay cuestiones familiares que siempre ha preferido ignorar (las económicas, por ejemplo, proviniendo de una familia de clase media acomodada), su hermana Susana -diez años menor que él y aparentemente dedicada a negocios inmobiliarios, pero, a decir verdad, a un poco de todo gracias a su presencia refinada y elegante- decide vender la propiedad en la que madre, hijo y ella misma en su tiempo convivieron.

Para Marcos, su hermana tiene preparada otra casa, bonita pero venida a menos, en Villa Laura, un pequeño pueblito uruguayo, que había señado recientemente. Y allí se muda el dócil de Marcos.

Nada será fácil para él, tampoco para Susana, porque cada uno carga sobre sí el peso de toda una vida en la que no parece haber pasado nada demasiado interesante. Los dos están solos frente a un presente que los supera, se necesitan, pero se odian y, así, en forma pendular, tratan de pasarla lo mejor posible. Él con su teatro vocacional (un buen chiste que el papel lo interprete nada menos que Gasalla), ella entre copas y el flirteo con un vecino tan maduro como elegante.
Gasalla, uno de los comediantes más famosos de ese país, y la reconocida actriz Borges hablaron con este diario acerca de esta experiencia que, finalmente, los reunió y la satisfacción de haber trabajado junto a un cineasta como Burman. El papel de Marcos es el primer protagónico de Gasalla en el cine.

¿Poco cine?
Antonio Gasalla: Empecé en el teatro, hice un poco de TV y de alguna manera sí, te encasillan. Una línea de actuación, un humor de una manera intensa, por lo que digo y opino, te convierten en una persona con un límite: a mucha gente le cuesta pensar que puedo dejar de hacer eso para hacer otra cosa.

¿Pensaba en volver al cine?
No. En general, sólo hago teatro. He desarrollado mis medios expresivos en función del escenario. Me puedo adaptar para hacer cine o TV, pero el tema es que te vean potable y que les intereses para algo.

¿Cómo aparece esta historia?
Primero, leí la novela, con dos excelentes personajes. Después hablé con Daniel sobre la película y, finalmente, apareció Graciela. Lo que haces poco, te atrae mucho. El cine tiene un poder muy grande porque lo que haces queda filmado para siempre. Los que hacemos teatro estamos en función de los que van a estar esa noche en la función, es una comunicación más personal, un lugar en que la gente te puede prestar otro tipo de atención. A mí encanta el cine porque, digamos, no lo he hecho. Es un desafío para el actor sostener el personaje cuando no hay continuidad cronológica ni de sentimientos, entonces lo tienes que llevar muy adentro. Igualmente, para un actor, el teatro es volver a la fuente todo el tiempo.

¿Por qué aceptó?
Creo que llega un momento de la vida en que uno puede elegir qué hacer o no, y este proyecto me impresionó.

Para ustedes ¿hacer estos dos personajes fue un juego?
Hay diferentes interpretaciones de la palabra juego. Para nosotros no lo fue en el sentido de fácil, sino de un auténtico juego dramático entre actores. El placer y la satisfacción de actuar se aprende con el tiempo y cuando llega, ya estás liberado de cualquier otra presión. Me siento muy bien haciendo teatro. ¿La película? Me divirtió. El cine tiene una mística muy especial. Borges va directo al grano.

¿Cómo es su personaje?
Graciela Borges: Camina por la delicada línea que separa el melodrama de la comedia, es decir que haga sonreír, sin llegar a la sobreactuación. Uno trabaja con la energía del otro. En la película, parecemos realmente hermanos porque más allá del oficio hay una simbiosis muy especial. En la función en que la vi había gente que me dijo que se había reído mucho y otra que había llorado mucho, todos me lo dijeron emocionados. Me pareció espectacular que así fuera.

Te confieso que después de 'Las manos' no tenía muchas ganas de volver a filmar. Estaba convencida de que el personaje que Dani pensó me iba a medida, y hacerlo con Antonio fue como cumplir un sueño, porque creía que nuestro encuentro actoral iba a ser en el teatro y fue en el cine.

Publicado el 24 de julio de 2010

Por Claudio D. MinghettiDe la Redacción de LA NACIÓNGDA

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