domingo, 25 de julio de 2010

Martirio celebra un cuarto de siglo

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Cuando Maribel Quiñones se puso gafas oscuras y una peineta en la cabeza y salió al escenario a cantar coplas españolas, la mayoría de sus colegas artistas estaban dedicados al rock and roll.

Era la mitad de los años 80, días en los que la famosa movida madrileña festejaba, a veces con excesos, la España sin Francisco Franco. Pese a que sonaba fuera de lugar, Maribel persistió.
Estaba empeñada en recuperar ese género popular nacido en su país y que en mal momento se había convertido casi en el cancionero oficial de la dictadura.

Así, Maribel empezó a mezclar versiones de Ojos verdes o La bien pagá con temas modernos que hacía junto al roquero Kiko Veneno. Fue en ese tiempo cuando nació su álter ego: Martirio es una mujer vestida siempre de andaluza, gafas oscuras cubren sus ojos verdes, peineta y abanico. Hoy Martirio anda por los escenarios celebrando veinticinco años de vida artística.

Bogotá será una de las ciudades en las que se detendrá y el público que la ha seguido podrá oír un espectáculo especial que preparó para este cuarto de siglo de canciones. En este recital, Martirio canta acompañada por la guitarra de su hijo, Raúl Rodríguez, y del piano de Jesús Lavilla. Nada más hay en el escenario: un piano, una guitarra y su voz. Suficiente.

"Toda mi vida he trabajado con formaciones musicales muy distintas -dice Martirio, antes de aterrizar en Bogotá-. Pero esta vez he querido probar con arreglos nuevos que logren hacer una base muy desnuda".

En efecto, tanto en su reciente disco -Martirio, 25 años, en directo- como en las versiones que conforman esta gira, sus canciones suenan menos adornadas, más simples, más íntimas.

"Queríamos que los temas fueran directo a las tripas y al corazón del público", dice la cantante.
Lo ha logrado, entre otras cosas, por contar con ese dúo de acompañantes -Lavilla y Raúl-, que la han seguido desde hace años y conocen incluso el ritmo de su respiración a la hora de cantar.

"Tengo la suerte de que ellos se complementan y tienen muy poco ego. Sólo los mueve el gusto por subir al escenario. Además, son de los pocos músicos que se saben las letras de las canciones, con lo cual matizan conmigo, de tal manera que cada tema se vuelve una obra de teatro maravillosa".

Es eso precisamente lo que a Martirio le gusta crear en el escenario: un aire de puesta en escena que no se reduzca a una cantante que recita versos. No.

Ella busca que sea una obra de teatro completa en la que ella esté pendiente de todo, desde las luces hasta las palabras que se van a decir.Antes de abrir el telón, Martirio acostumbra hacer en el camerino un altar con los santos de su devoción y concentrarse para salir a cantar con la mejor energía posible.

"Para mí, un concierto es un rito;yo me siento como una sacerdotisa del amor", cuenta. Tan pronto como acabe esta gira, la cantante, nacida en Huelva hace 55 años, se dedicará en la promoción de su siguiente disco, que ya está grabado,en el que musicalizó a poetas hispanoamericanos, acompañada por el cubano José María Vitier.

Luego, vendrá un descanso en el que, por un rato, dejará de ser Martirio para concentrarse en Maribel. Pero, seguro, será muy poco tiempo.

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