viernes, 27 de abril de 2012

El temible infierno de Hans Memling


El temible infierno de Hans Memling


Las escenas del Juicio Final y el tormento que esperaba a los pecadores fueron un tema habitual en el arte de la Edad Media. Sin embargo, pocas de estas obras de arte resultan tan realistas y espeluznantes como la pintura que el artista flamenco Hans Memling dedicó a este tema.
Con una población analfabeta casi en su totalidad, durante la Edad Media los relieves escultóricos en fachadas y capiteles de iglesias y catedrales se convirtieron en auténticos libros en piedra con los que adoctrinar al pueblo.

Una efectiva herramienta "didáctica" que, al tiempo que enseñaba las Escrituras, atemorizaba a los fieles con terribles imágenes del Juicio Final, en las que un Cristo severo arrojaba sin contemplaciones a los pecadores a las llamas del infierno.

Estas representaciones del Juicio Final fueron muy populares en aquel tiempo, y aunque abundaron en las fachadas de los templos, también se convirtieron en un tema recurrente en las tablas decoradas por algunos pintores.
No en vano, las pinturas tenían una ventaja sobre los relieves: sus vivos colores y sus pinceladas realistas hacían aún más creíble —y sobre todo atemorizador— el terrible castigo que aguardaba en el averno a los pecadores.
Una buena muestra de ello lo encontramos en una de las obras maestras del pintor flamenco de origen alemán Hans Memling (1433-1494), un artista que comparte estilo con genios de la talla de 
De hecho, algunos estudiosos creen que Memling pudo haber sido discípulo de este último durante su estancia en Bruselas, aunque no existe ninguna prueba documental al respecto, a excepción de una cita de Vasari escrita un siglo después.
Fuese o no uno de sus alumnos más aventajados, de lo que no hay duda es de que varios años después de la muerte de Van Der Weyden, Memling se estableció en Brujas en 1465. Y fue allí, precisamente, donde recibió alguno de los encargos más importantes de su carrera.

Uno de los trabajos más destacados de esta época es, precisamente, 'El Juicio Final', realizado entre 1467 y 1471. Según la documentación que se conserva, este tríptico fue un encargo del rico italiano Angelo Tani, agente comercial de la todopoderosa y que en aquella época residía en Brujas.
Cuando la espectacular obra de Memling estuvo acabada, Tani embarcó con ella en un barco con destino a Italia. Por desgracia para él y para quienes le acompañaban, el destino le tenía reservada una desagradable sorpresa.
Mientras navegaba hacia el hogar, el barco fue abordado por una nave corsaria de la cuyos tripulantes se hicieron con el tríptico de Memling, que terminó en la ciudad polaca de Danzig (hoy Gdansk).
Una vez allí, fue llevado a la basílica de la Asunción, donde se mostró a los fieles hasta el siglo XX, momento en el que se trasladó a su ubicación actual, el 
Si echamos un vistazo a la obra, vemos que las tres tablas interiores representan, como su nombre indica, el Juicio Final descrito en las Escrituras. En el centro, vemos a Cristo sentado sobre un orbe y una especie de arcoíris, mientras observa con detenimiento al arcángel San Miguel, concentrado en realizar su tarea de pesar de las almas.

Esta escena, conocida entre los historiadores del arte como psicostasis o pesaje de las almas, es una iconografía antiquísima, que ya empleaban los egipcios cuando representaban a Anubis pesando el corazón de los fallecidos antes de determinar si estos merecían la vida eterna.
De vuelta a la tabla de Memling, vemos como algunos demonios conducen a los condenados hasta las llamas del infierno, mientras intentan apoderarse de algunos hombres puros que acaban de despertar del sueño de la muerte.
Mientras, a la izquierda, los justos ascienden a los cielos, donde San Pedro les espera con las puertas abiertas para disfrutar del gozo eterno del Paraíso.
A pesar de la belleza y el detalle de las dos partes anteriores, sin duda alguna la más interesante y llamativa es la escena que Memling pintó en la tabla derecha.
Allí está el infierno, un auténtico caos de fuego y humo negro que envuelve a demonios y condenados por igual. Es en esta parte de la tabla donde Memling se mostró como el genio que era, representando una maraña de cuerpos retorcidos y aterrados que aún hoy pone los pelos de punta.

F  yahoo.es

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