La historia de una fortuna vinculada al fascismo
Harald Quandt, un oficial de la Fuerza Aérea de la Alemania
nazi, recibió la última carta de su madre en la primavera de 1945. El joven
militar aguardaba el fin de la guerra en una prisión británica en Bengasi,
cuando llegó la trágica noticia. Ella se había suicidado en Berlín el 1 de
mayo, junto a su marido y sus seis hijos. No se trataba de una muerte
desesperada más en los últimos días del Tercer Reich: la madre de Harald era
Magda Goebbels, la esposa del temible ministro de Propaganda de Adolfo Hitler.
La derrota de los fascistas había hundido el sueño del
nacionalsocialismo. Pero aún en el umbral de la muerte, algunos fanáticos como
Goebbels y Magda creían en la resurrección de esa ideología. “Harald, querido
hijo, quiero legarte lo que he aprendido en la vida: ¡Sé leal a ti mismo, al
pueblo y a tu país!”, escribió exaltada esta mujer que había preferido el
suicidio a caer prisionera de los aliados. “Es probable que tú seas el único
sobreviviente en poder seguir la tradición de nuestra familia”, se despidió su
célebre padrastro.
A sus 23 años ya Harald había conocido los peligros de la
guerra. Como paracaidista había participado en la invasión a Polonia en 1939 y
luego fue desplegado en los frentes de Grecia, Francia y Rusia, antes de ser
herido y apresado en Italia. Sin embargo, el destino no le había fijado un
belicoso futuro, sino una próspera vida como heredero de los negocios de su padre,
el industrial Guenther Quandt.
Según la biografía autorizada de la familia, la fortuna de
los Quandt había crecido desde finales del siglo XIX, primero en el sector de
los textiles y luego al ritmo de las dos guerras mundiales. En la primera sus
fábricas uniformaron a los ejércitos del Káiser, en la segunda sus industrias
abastecieron el arsenal de la Wehrmacht con un amplio surtido de armas y
municiones. Los famosos submarinos U-Boat, que hundieron decenas de barcos
mercantes y buques de guerra aliados; y los temidos cohetes V-2, cuyas
explosiones causaron pánico en Gran Bretaña durante los dos últimos años de la
contienda, se alimentaron con baterías producidas en la Accumulatoren-Fabrik AG
(AFA) de los Quandt.
Un estudio encargado por la familia en 2007 reveló que en
las usinas del imperio Quandt laboraron más de 50.000 prisioneros de campos de
concentración y civiles obligados a realizar trabajo forzado. Sobre las
espaldas de esa masa de esclavos y empujado por la habilidad en los negocios de
Guenther Quandt, el imperio floreció durante el Tercer Reich. Las tensiones
entre el magnate y Joseph Goebbels nunca obstaculizaron las relaciones entre la
cúpula militar nazi y el astuto empresario.
Al concluir la conflagración Quandt fue eximido de cualquier
cargo que lo relacionara con los crímenes de los nazis. Él había sido, a los
ojos de la justicia, un seguidor más en el bando equivocado. Esa absolución le
permitió retomar el manejo de sus empresas. Harald y su medio hermano Herbert
asumieron la dirección de los negocios familiares en 1954. El primero murió en
un accidente aéreo en Italia en 1967 y Herbert, vástago del primer matrimonio
de Guenther, en 1982.
Las diversas ramas de los Quandt acumulan en la actualidad
un capital superior a los 6.000 millones de dólares. Esos activos han sido
invertidos durante décadas en grandes empresas como las alemanas BMW y Daimler,
además de otras menos conocidas en Suiza y Austria. Un reportaje publicado esta
semana por el sitio Bloomberg.com ofrece más detalles sobre las finanzas de
esta opulenta, pero discreta familia alemana.
Los capitales que crecieron a la sombra de las guerras y la explotación
de trabajadores esclavizados han fluido por los canales de la economía mundial
y se han alejado de su tenebroso pasado. Porque el dinero, sobre todo cuando se
mueve en los círculos de la riqueza y el poder, suele carecer de memoria.f yahoo
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