domingo, 10 de febrero de 2013

La historia de una fortuna vinculada al fascismo



La historia de una fortuna vinculada al fascismo

Harald Quandt, un oficial de la Fuerza Aérea de la Alemania nazi, recibió la última carta de su madre en la primavera de 1945. El joven militar aguardaba el fin de la guerra en una prisión británica en Bengasi, cuando llegó la trágica noticia. Ella se había suicidado en Berlín el 1 de mayo, junto a su marido y sus seis hijos. No se trataba de una muerte desesperada más en los últimos días del Tercer Reich: la madre de Harald era Magda Goebbels, la esposa del temible ministro de Propaganda de Adolfo Hitler.
La derrota de los fascistas había hundido el sueño del nacionalsocialismo. Pero aún en el umbral de la muerte, algunos fanáticos como Goebbels y Magda creían en la resurrección de esa ideología. “Harald, querido hijo, quiero legarte lo que he aprendido en la vida: ¡Sé leal a ti mismo, al pueblo y a tu país!”, escribió exaltada esta mujer que había preferido el suicidio a caer prisionera de los aliados. “Es probable que tú seas el único sobreviviente en poder seguir la tradición de nuestra familia”, se despidió su célebre padrastro.
A sus 23 años ya Harald había conocido los peligros de la guerra. Como paracaidista había participado en la invasión a Polonia en 1939 y luego fue desplegado en los frentes de Grecia, Francia y Rusia, antes de ser herido y apresado en Italia. Sin embargo, el destino no le había fijado un belicoso futuro, sino una próspera vida como heredero de los negocios de su padre, el industrial Guenther Quandt.
Según la biografía autorizada de la familia, la fortuna de los Quandt había crecido desde finales del siglo XIX, primero en el sector de los textiles y luego al ritmo de las dos guerras mundiales. En la primera sus fábricas uniformaron a los ejércitos del Káiser, en la segunda sus industrias abastecieron el arsenal de la Wehrmacht con un amplio surtido de armas y municiones. Los famosos submarinos U-Boat, que hundieron decenas de barcos mercantes y buques de guerra aliados; y los temidos cohetes V-2, cuyas explosiones causaron pánico en Gran Bretaña durante los dos últimos años de la contienda, se alimentaron con baterías producidas en la Accumulatoren-Fabrik AG (AFA) de los Quandt.
Un estudio encargado por la familia en 2007 reveló que en las usinas del imperio Quandt laboraron más de 50.000 prisioneros de campos de concentración y civiles obligados a realizar trabajo forzado. Sobre las espaldas de esa masa de esclavos y empujado por la habilidad en los negocios de Guenther Quandt, el imperio floreció durante el Tercer Reich. Las tensiones entre el magnate y Joseph Goebbels nunca obstaculizaron las relaciones entre la cúpula militar nazi y el astuto empresario.
Al concluir la conflagración Quandt fue eximido de cualquier cargo que lo relacionara con los crímenes de los nazis. Él había sido, a los ojos de la justicia, un seguidor más en el bando equivocado. Esa absolución le permitió retomar el manejo de sus empresas. Harald y su medio hermano Herbert asumieron la dirección de los negocios familiares en 1954. El primero murió en un accidente aéreo en Italia en 1967 y Herbert, vástago del primer matrimonio de Guenther, en 1982.
Las diversas ramas de los Quandt acumulan en la actualidad un capital superior a los 6.000 millones de dólares. Esos activos han sido invertidos durante décadas en grandes empresas como las alemanas BMW y Daimler, además de otras menos conocidas en Suiza y Austria. Un reportaje publicado esta semana por el sitio Bloomberg.com ofrece más detalles sobre las finanzas de esta opulenta, pero discreta familia alemana.
Los capitales que crecieron a la sombra de las guerras y la explotación de trabajadores esclavizados han fluido por los canales de la economía mundial y se han alejado de su tenebroso pasado. Porque el dinero, sobre todo cuando se mueve en los círculos de la riqueza y el poder, suele carecer de memoria.

f yahoo

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