jueves, 4 de noviembre de 2010

Ana María, la nueva Lolita de la televisión

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Aunque había hecho varias apariciones, en la interpretación de 'La Pola' logró la atención del pais

Tiene 18 años y aunque muchos la ven como una niña (con brackets incluidos), se expresa con la contundencia de una mujer madura. Su mirada, serena y siempre fija, la respalda. Con pasos muy firmes y sin afán de protagonismo está haciendo todo por quedarse con el título de la nueva Lolita de la pantalla.
Ana María le tocó enfrentarse a las cámaras mucho antes de nacer. Es cierto. Cuando su mamá estaba embarazada debutó en un comercial y su trabajo salió tan bien que a las semanas de haber nacido la volvieron a contratar.
En esa oportunidad tampoco hubo libreto, solo tenía que hacer lo que más le gustaba, recostarse sobre el pecho de doña Liliana -su madre-, y alimentarse como Dios manda. Ahí, dice ella, debe estar la explicación para sentirse tan cómoda en un estudio de TV.
Bueno, seguramente también ayudó el hecho de que la suya sea una familia televisiva: Su papá es director de efectos visuales y de posproducción, su mamá fue productora y todos sus cuatro hermanos (dos hombres y dos mujeres) también actúan: "Siempre hablamos del color de las películas, de la actuación de alguien, de la iluminación de una escena. Una de mis hermanas quiere ahora especializarse en dirección y producción". 
A los 12 años se la pasaba metida en los pasillos de los estudios jugando como una niña, pero al tiempo trabajando, haciendo comerciales para varias marcas. Fue en esa misma época cuando supo que ahí era donde quería pasar buena parte de su vida: "Eso es lo que me apasiona hacer. Tengo 18 años y no creo que esto sea solo para volverse famoso y ganar plata. Yo realmente no quiero ser una estrella, quiero ser una actriz". 
Suena bastante raro escuchar una frase como esa, sobre todo cuando la pantalla se atiborra de figuras repetidas, con curvas y perfección, pero con poco entusiasmo por convertirse en una de las grandes.
Quizá eso tenga que ver con la responsabilidad que tiene en sus manos, esa que sus propios padres dejaron bajo su manejo y que incluyó no asistir al colegio como todas las de su edad: "Desde los 14 años estudio en un colegio virtual, como lo han hecho ya mis dos hermanos; hago mis guías en las mañanas o en la noche. Eso me facilita las cosas, aunque ha sido difícil, porque la responsabilidad es totalmente mía. A veces llego cansada de trabajar, y hay que llegar a hacer trabajos. Lo hago precisamente por mi disciplina. Prepararme es lo más importante, pues quiero salir del colegio ahora en diciembre y llegar a la universidad".

Y mientras su carrera crece, también crece ella. Poco a poco, la niña ha ido dejando sus maneras infantiles para posar como una gran mujer. Aunque no presuma de ello, como Sue Lyon, la Lolita que inmortalizó Stanley Kubrick en su clásico del cine, ella ha ido demostrando que tiene todo para paralizar las pantallas: "Si me siguen viendo como una niña, eso dependerá de mí. Obviamente tengo cara de chiquita, me veo más pequeña de lo que soy, pero ahora está en mis manos que la gente logre ver a una nueva Ana María". 
Y esa Ana María es la que posó para elenco. Con toda su sensualidad, pero sin dejar aquel espíritu juvenil en cada uno de sus movimientos, se paseó por las calles del barrio La Candelaria, en el centro de Bogotá, mientras nos hablaba de su gran sueño: el de ser una gran actriz. "No ha sido fácil. La actuación exige paciencia y perseverancia. Si Dios quiere que estés en este medio, te va a meter por donde sea. Yo me he agarrado de la mano de Él y estoy segura de que es Él quien me tiene aquí". 
Ese, el de su fe en Dios, es un tema sagrado: "Tomé la decisión de ser cristiana hace tres años, aunque antes iba con mis papás, ahora es una decisión personal. Para mí el cristianismo es una forma de vida, no una  religión". Cuando navega en las aguas de sus creencias, ahí sí, Ana María se transforma.
Se concentra en cada palabra de quienes le preguntan por el tema, y deja a un lado cualquier distracción. El cristianismo, para ella, le entregó una de las razones de su vida: "He tomado la decisión de ser luz donde no hay. El medio arrastra ciertas acciones que no van conmigo. Si Dios es luz y yo soy su hija, pues puedo ser luz a través de Él, el mundo no es luz y creo que yo puedo aportar". 
De las aguas oscuras del mundo de la fama, de esos sombríos pasadizos de los que muchos hablan y en los que más de uno se ha perdido, Ana María no conoce mucho, solo sabe que existen, pero espera que la vida le permita ayudar a desenredarlos en algún momento; por eso, al menos por ahora, no habla más del tema.
Esa es una tarea privada, muy personal. Algo muy parecido a lo que sucede cuando le preguntan por la incompatibilidad a la que podría enfrentarse el día en que, siendo cristiana, un director le pida hacer escenas de cama: "Hay mucha gente cristiana que se vuelve legalista, radical, yo no estoy ahí. Si me toca hacer escenas con mucha piel, las haré.
En el fondo, en la vida a uno no le toca nada, tú siempre tomas la decisión de hacer o no ciertas cosas".
Y de las cosas que no le han tocado, al menos por ahora, es un novio. Es verdad, ella posee un carácter fuerte y ahora, después de ser la 'Polita', más de uno debe andar pensando que con Ana María hay que andarse con cuidado: "Y lo que no saben es que hasta estuve muerta del miedo por semejante responsabilidad, en el fondo soy frágil, una niña de 18 años como cualquier otra, que va a cine, que sale a rumbear con sus amigos ¡y que no tiene novio!". 
Eso, que quede claro, no es un llamado ni un grito desesperado, es una confesión de esas que se le salen de vez en cuando, cada vez que olvida que lo dicho frente a una cámara o a una grabadora será escuchado por miles de personas, pero esa no es su intención: "Crearse fama, haciendo cualquier cosa, es muy fácil.
Pero ser bueno en la actuación, ser una actriz, no. Quiero demostrar que para pararse frente a una cámara hay que prepararse, hay que formarse en el tiempo". 
Con esa frase Ana María nos dejó sentados en un andén mientras la veíamos despedirse. Ella se iba y nosotros no dejábamos de pensar en el tiempo. Ana María lo tiene todo.

F  eltiempo.com

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