El lado más romántico de Napoleón Bonaparte
Era un hombre de batallas y solo algo le importaba más que
Francia. Su esposa Josefina.
Si nos atenemos a la historia, Napoleón Bonaparte fue uno de
los gobernantes más temibles de Europa. Bajo sus órdenes trató de acabar a
todos sus opositores y prometió no descansar hasta terminar con los grandes
generales británicos. Sin embargo, el emperador de Francia también tenía un
lado dócil y sensible.
Hace poco se anunció que la próxima semana se subastará el
anillo de compromiso que Napoleón le dio a su amada Josefina. Por la belleza de
la joya se percibe que el líder fue gran un amante y no solo un guerrero.
El anillo es sencillo y se compone de dos delicadas
“lágrimas” hechas con dos gemas bien talladas. Una es un diamante y la otra un
zafiro, ambas bordeadas y puestas sobre una argolla de oro.
La encargada de la subasta será la Casa Osenat en
Fontainebleau cerca de Paris y se espera que la puja llegue a un máximo de
15.000 euros.
Napoleón se casó con Josefina en 1796 cuando era un soldado
revolucionario de 26 años y su amada, una viuda de 32. No era común que un
hombre se comprometiera con una mujer mayor y mucho menos que ya hubiera estado
casada.
El primer esposo de Josefina fue Alexandre de Beauharnais,
aristócrata que apoyaba la revolución francesa y que murió en la guillotina.
Napoleón era un hombre diferente, y hasta su núcleo familiar era escandaloso
para la época pues además de casarse con una viuda, ésta ya tenía dos hijos.
La pareja se casó el 9 de marzo después de solo dos semanas
de compromiso, pero la anécdota no para
ahí. Solo dos días después de la boda Napoleón dejó Francia para liderar al ejército
francés en la invasión a Italia, lo que catapultó su imagen de hombre fuerte y
guerrero.
Bonaparte se hizo cargo del gobierno en un golpe de Estado
en 1799 y cinco años después fue declarado Emperador de Francia. El líder fue
coronado en la Catedral de Notre Dame y luego de poner la corona sobre su
cabeza se giró y nombró emperatriz a Josefina.
En 1810 decidieron divorciarse pero en la ceremonia ambos se
expresaron devoción. Dos meses después el Emperador se casó con María Luisa de
Austria, con el objetivo de obtener un heredero, pero se le oía decir “en
realidad me casé con un útero”.
Al parecer nunca olvidó a su venerada Josefina y la mencionó
hasta en sus últimas palabras en su lecho de muerte. Algunos textos han escrito
que lo último que dijo fue: “Francia. El ejército. La cabeza del Ejército.
Josefina”.
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